jueves, 7 de marzo de 2013

Algo para celebrar...después de todo.

Este 8 de marzo, sin duda hay que levantar la voz en contra de los recortes en nuestro ya en origen depauperado estado del bienestar,  en nuestras políticas de igualdad, en los derechos y libertades ganados con sudor y, también muchas lágrimas,  a lo largo de los años.  Con esto,  tendríamos razones suficientes para conmemorar y reivindicar un 8 de marzo cada día de este año y los venideros hasta donde nos alcance la vista, me temo.

Dicho esto, hay que seguir adelante. No está en la mano de las ciudadanas y ciudadanos restituir ahora los servicios públicos recortados o los presupuestos para las políticas igualdad mermados hasta su extinción, pero quien estuvo del otro lado os dice que desde este, también es posible hacer políticas, política en el bello y grandioso sentido de esta palabra,  y hacerla desde la felicidad  que brinda la casi total libertad (nunca es absoluta, no os dejéis engañar) y  la posibilidad de tejer redes ciudadanas que construyen tejido social y que fortalecen la democracia.


Pienso ahora  en el enorme trabajo del movimiento organizado de mujeres a lo largo de la historia, pero también, por ejemplo, en la ingente labor de  a Plataforma de Afectad@s por la Hipoteca,  y en lo que hacemos, a menor escala, es obvio,  desde el colectivo Blogueras.As, al que pertenezco,  y creo honestamente que este 8 de marzo después de conmemorar y reivindicar, podemos celebrar que la ciudadanía resiste y existe. Será que me he levantado con el pie izquierdo.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Maldición



Caiga sobre las espaldas del diputado de UPyD,  Toni Cantó,  y los suyos el peso de todo el dolor de las víctimas de la violencia de género que hoy han decidido dar un paso atrás, no denunciar y seguir sufriendo. Esto es lo que ocurre cuando se ataca de este modo su credibilidad: Las víctimas de la violencia de género y sus hijas e hijos siguen calladas, sufriendo.

Los complices quedará impunes, pero yo los maldigo.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Desfachatez


Pensábamos en voz alta en nuestro último encuentro bloguero que no estaría mal que este Día Internacional contra la Violencia de Género nos empeñáramos un poquito más en tratar desde la red  no sólo de mostrar nuestra consternación por cada una de las asesinadas este año, sino,  además,  en lanzar un mensaje positivo y explicar que cada día decenas de mujeres armadas solo con su fuerza y su valor son capaces de romper con el maltrato. Muchas se van en silencio, pero  sabemos,  por ejemplo,  que  detrás de esas 134.000 denuncias interpuestas el pasado año hay 134.000 voluntades capaces de decir "nunca más", de gritar "se acabó".


Una no es mujer maltratada, una está siendo maltratada, y por tanto,  aunque el camino a emprender es duro, más lo es  la falta de libertad, la vejación constante, las violaciones, la dominación, el dolor, la muerte...El paso al frente siempre merecerá la pena. Con cautela.

Sabemos ya que cuando más peligro corre la vida de una víctima de la violencia de género es cuando reúne el valor necesario para romper en solitario con el maltratador.  Por tanto,  expliquemos una y otra vez que es vital,  realmente vital, que este paso se dé acompañada, de la mano de las administraciones públicas,  con la ayuda de las organizaciones de mujeres expertas, pero nunca sola.  

Por eso me indigna y casi me hace llorar, que la Ministra Ana Mato haya tenido la desfachatez de lanzar  un mensaje de optimismo a las víctimas y a la sociedad, mientras en paralelo recorta recursos económicos para estas políticas y les resta día a día contenido e importancia.

Claro que se puede romper con el maltrato, señora Ministra, muchas mujeres lo hacen a diario, pero ese paso adelante no es sólo responsabilidad de las víctimas,   la sociedad con las administraciones públicas a la cabeza han de estar a su lado para prestar apoyos y no para restarlos.  Recuerde a Kate Millet: Lo personal es político. 

martes, 16 de octubre de 2012

#ReiniciandoOviedo


jueves, 12 de julio de 2012

Cuento para Leo

Hoy, Leo, te voy a dibujar un cordero.



Un cordero, Leo, es como llaman a las ovejas en los cuentos, y en los restaurantes.

Los corderos de los prados comen hierba,

pero el cordero de Leo no come hierba ni está en el prado,

porque solo es un cordero de papel y de algodón.

Al cordero de Leo, de papel y algodón, le gusta ver el mar, como a Leo.

También, como a Leo, le gustan las patatas y los barquillos que dan en el puerto.

No es un cordero cualquiera, ni Leo un niño cualquiera,

es un cordero que, en lugar de hacer be,

prefiere cantar ba y ver el mar.

Nota: todo el mundo sabe que el cordero del dibujo es el cordero de El Principito.



lunes, 2 de julio de 2012

Desvelo de una noche de agosto. Relato inédito de una veinteañera que no podía dormir.


El calor asfixiante del mes de agosto no le permitía conciliar el sueño, desvelada y malhumorada, con la luz apagada para evitar el calor de la bombilla, intentaba buscar en la oscuridad absoluta el sueño perdido, pero la claridad rojiza de la habitación procedente de aquel reloj despertador con radio que nunca había usado, la irritaba, le mostraba impertinente en números rojos el paso del tiempo, la cuenta atrás.

Era inútil, resignada palpó entre las sábanas buscando el mando a distancia del televisor, lo tomó entre sus manos y pulsó el botón, navegó unos minutos por el interior del aparato, contempló algunas secuencias de aquella serie que en la infancia la había entusiasmado y esperó ansiosa la llegada del protagonista, del hombre que había cubierto durante años las paredes de su cuarto y sus libros. Al fin el superpolicía se bajó del supercoche, pero aquel superhombre del supercoche, que antaño había adorado, se le antojaba hoy rancio y cutre. Con su traje gris bailón de pantalón planchado con raya infinita y su camiseta color pastel marcando el pectoral, le recordaba a los hombres cazadores que, por las noches y pelo en pecho, se apoyan en las barras de los bares con una copa de Bacardí o similar y asedian babeantes a las jovencitas.

Aquel espectáculo made in USA de cocainómanos y putas se tornó insoportable, y tras escuchar los pocos minutos que su estómago se lo permitió la decrepitud de la especie humana, a la que últimamente en este país le ha dado por contar sus intimidades más íntimas en la televisión a altas horas de la madrugadas, apagó el televisor, segura de que pese a todo, mañana volvería a intentarlo.

A punto de dar las tres, se levantó de la cama y sin encender la luz, confiada de sí misma, recorrió el camino de su habitación a la terraza, sorteando con éxito las decenas de obstáculos con los que su madre acostumbraba a decorar la casa. Como cada año por aquellas fechas, la prensa y los informativos habían anunciado a bombo y platillo un chaparrón de estrellas en el que las estrellas fugaces, como efímeras serpentinas de luz, embellecerían la noche y permitirían a las más ilusas pedir al cielo aquello que el suelo se negaba a darles.

Se tumbó boca arriba en las baldosas ya frescas y miró al cielo con actitud romántica, emulando al personaje de alguna novela o de cualquier película. Un minuto, tres, siete, diez, once, doce, trece..., el romanticismo se fue esfumando. Las pocas estrellas que las nubes, la contaminación y la iluminación nocturna de la ciudad permitían ver no parecían sofocadas por el calor asfixiante del mes de agosto, al contrario que ella, debían haber tenido la suerte de sumergirse en una profunda siesta, pues permanecían estáticas, tranquilas, dormidas en su negro y apacible lecho, sin gana alguna de amenizarle la velada.

De sobra sabía que este obsequio de las diosas iba dirigido sólo a quienes previamente habían sido agasajadas con pasar el calor asfixiante del mes de agosto lejos de la ciudad, pero de nuevo, irremediablemente, ella había sido víctima del timo de la lluvia de estrellas en la ciudad, y cuando las baldosas comenzaron a agujerear su espalda se levantó y anduvo...

Anduvo despacio hacia el frigorífico, lo abrió, recorrió con la mirada su interior, examinando al tiempo dentro de cada olla y cada tapergüar, finalmente, se decidió por las aceitunas y el chocolate. Se sentó en el suelo de la cocina, iluminada por la luz de la nevera y sin apenas saborearlas engulló una a una las olivas, primero las negras, después las aliñadas, y luego devoró cuatro onzas de la tableta de chocolate.

Satisfecha la ansiedad, recordó repentínamante su dieta eterna. Mientras la hipocresía de la ensalada de la cena castigaba su conciencia y sintiéndose unos de los seres más rastreros y estúpidos que pisaba la tierra, atormentada por la dictadura anoréxica de los 90, pero sin la suficiente fuerza de voluntad como para someterse a sus dictámentes, juró contrarrestar los efectos de su gula sonámbula a la mañana siguiente, y, entonces, volvió a la cama. Tal vez, si leía un rato, lograría conciliar el sueño.